Texto Columna Viernes con V de Versos 22 abril 2016.
Tenía ocho años y mi prima Lucha me llevo al cumpleaños de unos de sus compañeros, unos gemelos que vivían a unas calles de nuestra casa. Ellos eran más grandes que yo… ya eran los de 6to de primaria y yo los veía como si fueran los maestros Jedi de mi pequeño universo.
Estábamos jugando a las escondidillas y uno de ellos llego con un disco y dijo, “es la mejor banda que ha existido” lo puso y enseguida comenzó ese sonido que hasta el día de hoy me eriza la piel… era un solo de guitarra mezclado con un piano magistral y una voz muy característica… era “Don’t cry” de Guns and Roses.
Ellos no lo sabían, pero era mi primer contacto con el rock y sería un amor para toda la vida. Gracias al cumpleaños de esos gemelos, yo me convertiría en una rockera de corazón amante de Metallica y Guns desde esa tierna edad.
En esa época no existía el internet, por lo que era bastante difícil escuchar algo que no fuera la radio popera de baladas y los discos de mi papá. Pero ya en secundaría me las ingeniaba para conseguir discos piratas con compilaciones de bandas como Alice in Chains y Pearl Jam.
Por supuesto mi mejor cómplice en el asunto era mi abuelo rocker. Él siempre me llevaba al puesto de la fayuca donde encontrábamos las mejores “joyas musicales” como él las llamaba y nos llevábamos cargamentos completos llenos de arsenales acústicos que iban desde Ray Coniff hasta las cumbias del momento, pasando por los Rolling Stones y por supuesto Pink Floyd.
Luego mis bandas favoritas comenzaron a separarse y yo a perder la esperanza de ser rica para poder viajar a verlas en concierto en los Estados Unidos… pronto, lo único que me quedaba era MTV.
Pero llego el día en que mis sueños se hacían realidad y aquella banda, la causante de todo, le daba una luz de esperanza a mi yo de 12 años y no solo se iban a reunir, sino que aparte vendrían en concierto a México.
Estuve ahí… lo vi tocar en vivo… vi los dedos de Slash tocar los mismos acordes que me erizaban la piel hace 23 años, y la magia seguía existiendo.
No solo tocaron mis canciones favoritas, sino que también, le rindieron un homenaje secreto a mi abuelo tocando “Wish you were here”… vaya que mi abuelo hubiera amado eso… esa épica canción tocada por los dedos prodigiosos de uno de los mejores guitarristas de nuestros tiempos.
No pude evitarlo y las lágrimas llenaron mis ojos… hubiera dado todo porque mi abuelo estuviera ahí, viendo esa obra maestra conmigo… o bueno, seguramente lo vio desde el cielo y prendió un relámpago como si fuera su encendedor…
Nada en la vida me provoca lo que provoca la música en mí… ni siquiera la comida más deliciosa logra darme esos sentimientos.
Mi abuelo rocker le llamaba magia. Y creo que tiene razón, porque con ella viajo a otros mundos, revivo muertos, y no necesito palabras para comunicarme con otras personas… La magia de la música no tiene fronteras, ni idioma, ni religión.
Hágase un favor y esta noche antes de dormir, ponga su canción favorita… recuerde que melodía lo hacía estremecer por primera vez, tal vez cuando era niño o adolescente… recuerde la primera vez que sintió esa magia… y ahora, aquí en los comentarios, cuénteme cual es…así usted y yo podemos compartir momentos mágicos… algo así como Disneylandia musical, o que se yo.